Los sentidos

Los perros utilizan los 5 sentidos para relacionarse con el mundo y saciar sus necesidades. ¿Cómo es su percepción?

Jesús Úbeda-Contreras

7/22/202510 min read

Los sentidos

Continuamos con nuestro afán de entender al perro. Hasta ahora hemos visto de dónde vienen y qué formas pueden adquirir o cómo pueden llegar a ser. Ahora queremos ver cómo perciben ellos el mundo y cómo lo sienten. Para ello, el primer paso es entender cómo, a través de sus cinco sentidos, perciben la realidad. Qué diferencias hay entre sus canales sensitivos y los nuestros, y cómo le ayudan a navegar por el mundo. Los cinco sentidos son el gusto, el olfato, el oído, el tacto y la vista. ¿Qué nos aporta conocer cómo perciben el mundo nuestros perros? Información. Información que nos permite entenderlos mejor y ofrecer lo necesario para cubrir sus necesidades. En muchos hogares, en los que se ama profundamente a sus compañeros caninos y les ofrecen los mejores cuidados que conocen, surgen carencias que son fruto de la falta de conocimiento de cómo perciben el mundo. Entender esa percepción, nos permite entender las limitaciones que les ofrece el mundo humano y cómo podemos subsanar ese daño y mejorar su bienestar.

Olfato

El olfato es el sentido por antonomasia del perro. Si pensamos en un perro lo primero que pensamos es en su capacidad olfativa. No en vano el bulbo olfatorio, responsable del procesamiento de los olores, puede llegar a ser 40 veces más grande que el de los humanos; lo que le permite analizar y detectar un gran abanico de sustancias olorosas. Además de la diferencia a nivel cerebral, también cuentan con entre 125 y 300 millones de receptores olfativos por nuestros 6 millones. No solo tienen mayor cantidad de receptores, sino de mayor diversidad, lo que les permite reconocer más tipos de olores que los que están dentro de nuestro rango olfativo. Estos datos ya nos informan de que su percepción olfativa está en otra dimensión respecto a la nuestra. Pueden olfatear muchos olores al mismo tiempo y olfatear en una ratio de 5 veces por segundo. Es más, los perros podrían no parar de olfatear ni durmiendo. Ni siquiera se habitúan a un olor presente en la sala, en la forma que nosotros lo hacemos. Nosotros podemos dejar de oler un ambientador cuando llevamos mucho tiempo expuestos, pero ellos siempre lo huelen.

La nariz de los perros se estructura de forma diferente a la nuestra para permitirle oler a la vez que respirar. Para conseguirlo su nariz parte el aire en dos vías separadas. Asimismo, parece haber una lateralización en las funciones olfativas. Lo perros utilizan la nariz derecha para olores desconocidos, que cuando pasan a ser familiares, pasan a ser olfateados por la izquierda. En esta línea utilizan la nariz derecha para procesar olores relacionados con situaciones estresantes o amenazantes. Esto se traduce en que lo olfateado por la parte derecha es procesado por el hemisferio derecho al ser las proyecciones olfativas ipsilaterales (en lugar de contralaterales, como por ejemplo la vista), mientras que las familiares se procesan por el hemisferio izquierdo.

La potencia olfativa de los perros también ha sido alterada por las mutaciones morfológicas que hemos realizado al generar razas. Los braquicéfalos (perros con la nariz acortada como el carlino), tienden a respirar vía oral por lo que pierden información olfativa. Esa respiración oral, puede estar, en adición, relacionada con obstrucciones olfativas, mermando aún más su capacidad olfativa y su vía principal de interacción con el mundo. Perros seleccionados para el seguimiento de rastros han desarrollado orejas más largas y colgantes que ayudan a generar corrientes de aire y perder menos información olfativa durante esa búsqueda.

Los perros no saben consultar un reloj, pero sí que son sensibles al paso del tiempo a través de los olores. Las sustancias olorosas pierden intensidad, se degradan, oxidan…, con el paso del tiempo y los perros son sensibles a esos cambios, pudiendo valorar si el rastro es antiguo o fresco y tomar decisiones en base a esa información.

Para valorar si los animales son conscientes de su propia identidad se ha realizado el test del espejo de forma recurrente. Consiste en situar a un animal frente a un espejo y ver si se reconoce. Ese test no serviría para valorar ese reconocimiento en perros ya que ellos identifican por el olor y no por la vista. Por ejemplo, los perros pasan más tiempo oliendo la orina de otros perros que la suya propia, indicando que la reconocen como suya, por lo que no necesitarían analizarla tan en detalle como la de otros individuos. A través de la orina, los perros conversan entre sí, conocen el estado de salud y emocional del otro, así como su identidad.

La recopilación de dicha información de otros individuos, los perros la realizan a través del órgano vomeronasal (OVN) u órgano de Jacobson, dedicado a la detección de feromonas. Este órgano está situado encima del paladar y se comunica con la cavidad bucal mediante el conducto incisivo. Los canes lamen el pis y otras secreciones con el objetivo de mandar esa información al OVN. Este proceso puede dar lugar al reflejo de Flehmen. En otras especies consiste en retrotraer el labio superior hacia arriba. Los perros tienen su propia versión de este reflejo, que consiste en una especie de paladeo o castañeo, que ayuda a enviar las feromonas al OVN a través del conducto incisivo. Que se haga a través de la boca tiene que ver con que la humedad facilita la captación e identificación de las feromonas, razón por la cual los perros también tengan la nariz siempre húmeda, además, la humedad ayuda en general a la percepción olfativa.

Lo fascinante de los perros, es que no solo son capaces de detectar el estado emocional de sus conespecíficos, si no que, a través de nuestras secreciones, como el sudor, tienen la capacidad de detectar nuestro estado emocional.

Teniendo en cuenta su sensibilidad olfativa, hay que evitar también la sobrecarga. Perfumes fuertes, olor de tubo de escape, ambientadores, etc., pueden sobrecargar olfativamente al perro y actuar como estímulo estresante dando lugar a contaminación olfativa, similar a cuando nosotros sufrimos de contaminación acústica. Esta sobrecarga puede enmascarar el resto de olores enturbiando la percepción y la experiencia subjetiva del can.

En resumen, el olfato es el principal sentido del que se vale el perro para interactuar con el mundo. Los perros que viven en libertad o que experimentan tiempo sin correa pasan un tercio de su tiempo olisqueando. Esto nos indica la importancia de esta actividad en ellos, y la relevancia de que no apresuremos a nuestros perros cuando están sumidos en ella, además de dotarle de espacios y tiempos para que la realice.

Vista

Junto con el olfato, la vista es el segundo canal principal de información. Como cazador, ambos canales le ayudan a capturar a la presa.

Aunque se considera que el perro es una especie con mala visión, es erróneo, simplemente difieren en como perciben la información visual respecto a cómo la percibimos nosotros.

La posición del ojo del perro es distinta a la nuestra. Se encuentra ladeado, lo cual le permite un mayor ángulo de visión entre 250º y 270º, por los 180º del ser humano. Este porcentaje varía en los braquicéfalos. Esta diferencia en el ángulo de visión se manifiesta también en la estructura del ojo. Mientras que el ser humano es especialista en ver los detalles, los perros son generalistas visuales. Además, pueden ver en un amplio abanico de condiciones lumínicas. Gracias al tapetum lucidum (área de la retina con una amplia densidad de bastones) pueden ver con peores condiciones lumínicas. Tienen una gran capacidad para percibir movimiento en la periferia y tienen menor percepción del color.

Las diferencias en la visión entre perros y humanos vienen por cambios en la distribución de las células sensoriales o fotorreceptoras y en la velocidad a la que funcionan. En los seres humanos (y primates) existen las fóveas, que son áreas centrales con gran abundancia de receptores que permiten ver el detalle. Los perros no tienen fóvea, aunque sí que en el área central tienen mayor densidad de receptores. Ellos tienen mayor densidad de receptores en la periferia que nosotros. Debido a ello, tienen más dificultades para ver estímulos visuales de pequeño tamaño que se encuentran quietos y próximos a ellos. Asimismo, mientras que los seres humanos tenemos tres conos (fotorreceptores sensibles al color) que distinguen entre el rojo, el azul y el verde, los perros tienen dos: que distinguen entre el azul y el amarillo verdoso. Esto hace que los colores lo perciban de forma distinta a nosotros. Por ejemplo, para ellos el rojo y el amarillo es el mismo color, solo se diferencian en la intensidad. Sin embargo, en bastones (fotorreceptores sensibles a la luz), triplican su cantidad respecto a la humana, permitiéndoles como comentamos anteriormente, ver mejor en situaciones con baja iluminación y ser más sensibles al movimiento.

Una cosa a tener en cuenta cuando valoramos como los perros ven el mundo, es que de nuevo la forma del hocico va a provocar diferencias en cómo perciben la realidad. Los braquicéfalos tienen un área central muy potente que les permite ver mejor el detalle, sin embargo, carecen de la banda visual que tienen el resto y que les permite tener mejor visión periférica y mayor sensibilidad al movimiento. A más corto es el hocico, más corta es esa banda y menor sensibilidad al movimiento. Este tipo de diferencias hace aún más rico y complejo la comprensión del perro por lo que hay que evitar caer en generalizaciones.

Gusto

El sentido del gusto permite no solo detectar sabores, si no también qué sabores están asociados con posibles tóxicos. El ser humano tiene en torno a 9000 papilas gustativas, los perros tienen 1700, por lo que su abanico sensitivo en este caso es más reducido que el nuestro. A pesar de ello, sí que pueden saborear los alimentos y tienen sus preferencias culinarias. Por lo que comer de forma repetida siempre la misma comida puede derivar en problemas de ingesta fruto del propio aburrimiento. Hay muchos perros que se niegan a comer su comida por ese motivo, imaginad lo que sería comer todos los días los mismos cereales, y solo comer eso día tras día.

Los perros también tienen la capacidad de saborear el agua, por lo que es importante dotarles de agua fresca y limpia, especialmente a perros que les cuesta beber.

Tacto

Los animales dotados de piel cubierta de pelo tienen un grupo de neuronas sensoriales conocidas como táctiles C. Estás neuronas son activadas por caricias suaves y provocan la liberación de oxitocina. Es decir, si la caricia es bien recibida, es placentera y fomenta el vínculo. Pero esto no quiere decir que manipulemos al perro sin importar el momento, el estado y sus apetencias. No siempre estamos dispuestos para un masaje, y ellos tampoco.

El sentido del tacto también nos puede servir como indicador del estado de salud del perro. Un perro que previamente ha buscado caricias, que de repente las evita, nos chupa cuando tocamos una zona concreta, etc., podría estar indicándonos dolor.

Otro aspecto relevante del sentido del tacto del perro son las vibrisas. Las vibrisas son una serie de pelos sensoriales que facilitan la interacción del individuo con otros y con el ambiente. Son más gruesos, largos y duros que el resto de los pelos, y muy muy sensibles. Cada vibrisa tiene su propia representación en el córtex sensorial del cerebro, cuentan con su propio suministro nervioso y sanguíneo. Los perros cuentan con cuatro juegos de vibrisas situados en: labios superiores, labios inferiores y mandíbula, encima de los ojos y en las mejillas. Las vibrisas permiten la navegación en situaciones de poca visibilidad. Son un elemento fundamental en la vida sensorial del perro y debemos impedir su corte en la peluquería.

Oído

El oído permite a los perros detectar los estímulos auditivos y mantener el equilibrio, igual que a otras especies. Las orejas del perro son muy móviles ya que están compuestas por 18 músculos. Esta musculatura permite al perro dirigir las orejas para mejorar la escucha. Al margen de la escucha, la musculatura de sus orejas les permite utilizarlas a placer como elementos comunicativos con otros individuos. Los perros con orejas más grandes como los sabuesos no tienen mejor audición, están destinadas a mejorar el sentido del olfato. De hecho, el tamaño de esas orejas dificulta la orientación hacia ruidos y reduce matices comunicativos en el perro.

Su sentido de la audición está más desarrollado que el nuestro, pudiendo llegar a escuchar cuatro veces más que nosotros. El rango auditivo del perro se sitúa entre los entre los 60 Hz a los 50000 Hz mientras que el humano estaría entre los 60 a los 20000 Hz.

Los perros suelen estar sobreexpuestos a ruidos y sufrir las consecuencias de la contaminación acústica.

Conclusiones

El mundo sensorial del perro es muy rico y variado. Difiere en forma al nuestro por lo que sus necesidades son diferentes a las nuestras. Esas diferencias en la percepción del mundo deben guiarnos a la hora de respetar como exploran el entorno que les rodea. Debemos prevenir la saturación olfativa y auditiva para evitar caer en la sobrecarga y el estrés. Estar atentos a los cambios en cómo se desenvuelven en el mundo puede darnos información de cambios en su estado de salud.

Bibliografía