El mundo emocional del perro
El mundo emocional del perro es muy rico y variado, no se limita a las emociones básicas. Conocerlo mejorará la convivencia y la terapia con ellos.
Jesús Úbeda-Contreras
9/4/202516 min read
Las emociones
Las emociones colorean y explica lo que sentimos. Las emociones permiten dotar de significado personal a las sensaciones subjetivas sentidas por un individuo concreto dotando de un significado a lo percibido a través de los sentidos. Asimismo, el estado emocional sesga o guía la atención y el procesamiento de la información de lo recogido por los sentidos. Es decir, lo percibido provoca respuestas emocionales y el estado emocional hace que percibamos unas cosas u otras.
Hace no tanto tiempo, se consideraba que las especies animales no humanas eran autómatas en manos de los instintos y que no sentían emociones. Podían tener sensaciones, sentir dolor, pero no emociones que puedan surgir de esas sensaciones, como puede ser la ira o la tristeza. A día de hoy, la investigación ha probado la existencia de emociones en animales no humanos, incluso se debate la existencia de emociones secundarias en animales no humanos más allá de los primates. Sin embargo, aunque actualmente la investigación despeja cualquier duda respecto a la capacidad de los animales de sentir emociones, muchas terapias dirigidas a modificación de conducta en perros no las tienen presentes (o no de forma real) dentro de sus tratamientos o no las tenemos los tutores en cuenta dentro de la convivencia con nuestros compañeros de cuatro patas en nuestro día a día.
Las emociones sentidas aportan información del estado del mundo respecto a los objetivos y proyectos del individuo. No obstante, ¿qué es una emoción?
La bondad es el único método posible para tratar con un ser vivo. No conseguirás nada si utilizas el miedo y el terror, hagas lo que hagas. La gente que piensa que el miedo es una herramienta útil, es gente que se equivoca. El miedo no sirve. El miedo paraliza tu sistema nervioso y te anula, te convierte en otra cosa. Dejas de funcionar. Ya seas persona o perro, el miedo no trae nada bueno.
Corazón de perro. Mijail Bulgákov
Las emocionas han sido vilipendiadas e ignoradas en el campo científico debido a la exaltación de la razón y la cognición. Sin embargo, la evidencia ha hecho que no puedan ser ignoradas, pues son vitales para entender al individuo y para entender los procesos cognitivos. En palabras de Damasio: “El comportamiento y la mente se niegan a entregar sus secretos si la emoción no es tenida en cuenta y tratada como se merece”. Volviendo a la pregunta, ¿qué es una emoción? Parte de la dificultad para definir una emoción viene dada por las diferentes aproximaciones en su estudio, que surgen de diferentes perspectivas teóricas, pero también por los diferentes componentes de la emoción. Se ha estudiado desde perspectivas cognitivas, neurológicas, evolucionistas, psicofisiológicas, conductistas y desde la teoría de la activación, aludiendo cada perspectiva a un componente de la emoción. Antes de adentrarnos más, y para tener un concepto común, vamos a tomar prestada la definición de Damasio, quien dice así:
“Las emociones son programas complejos de acciones, en amplia medida automáticos, confeccionados por la evolución. Las acciones se complementan con un programa cognitivo que incluye ciertas ideas y modos de cognición, pero el mundo de las emociones es en amplia medida un mundo de acciones que se llevan a cabo en nuestros cuerpos, desde las expresiones faciales y las posturas, hasta los cambios en las vísceras y el medio interno”.
Si desgranamos esta definición observamos cada uno de los componentes de la emoción y los diferentes enfoques que la han estudiado.
Una vez que sabemos que son, ¿para qué sirven? Las emociones tienen una función adaptativa, social y motivacional. Estas funciones de las emociones permiten la supervivencia, el funcionamiento social, es decir, las relaciones con otros individuos y guía la acción del individuo, ya que motiva la conducta.




Emociones y perros
Ahora que hemos podido enmarcar las emociones y sabemos qué son y cuál es su funcionalidad. ¿Cómo las valoramos en los perros? Su estudio y reconocimiento tiene una gran limitación: los perros han sido muy obstinados y se han negado reiteradamente a responder formularios, cuestionarios y entrevistas por lo que solo nos queda la observación y la interpretación. El hecho de que solo se puede observar e interpretar su conducta nos lleva directamente a la perspectiva evolucionista que defiende la existencia de las emociones primarias o básicas las cuales tienen una expresión facial universal. También defiende que existen respuestas fisiológicas y neurológicas específicas para cada emoción, pero el patrón de respuesta a estos niveles no está tan diferenciado. Ni tampoco las expresiones son totalmente universales y cada individuo presenta matices, si que son reconocibles.
Hemos utilizado las palabras emociones primarias y secundarias, pero sin darle mayor explicación a las diferencias entre ellas. Las emociones primarias serían necesarias para la supervivencia y serían universales. Podríamos considerar como emociones básicas la felicidad, la ira, la sorpresa, la tristeza, el miedo y el asco. La felicidad tendría la función de estar receptivo a los estímulos externos y centrar la atención en ellos, lo que facilita las conductas prosociales. La tristeza centra la atención hacía uno mismo y los eventos de pérdida que han dado lugar a esta emoción, además consigue recibir atención del resto de individuos del grupo social. La ira está relacionada con la consecución de objetivos y la eliminación de obstáculos que lo impide. El miedo aparece en situaciones que ponen en riesgo la vida del individuo, aunque no sea directamente, y centra la atención en el objeto temido. La sorpresa no es considerada una emoción básica por todos, aunque esté mayoritariamente aceptada, su función sería hacer una “limpieza” del estado emocional previo para centrarse en un nuevo estímulo inesperado que acaba de aparecer. El asco está muy relacionado con el sistema digestivo y permite la supervivencia evitando el consumo y exposición a sustancias tóxicas o dañinas. Las emociones secundarias, tienen un mayor componente cognitivo y están muy relacionadas con entornos sociales, por lo que hay un componente cultural alto. Son difíciles de investigar debido al componente subjetivo. Algunos ejemplos de emociones secundarías son la culpa, los celos o la compasión. Hablaremos de ellas más adelante.
Retomando el discurso anterior, las emociones primarias tienen una expresión facial universal. Los humanos tendemos a centrar nuestras miradas en la cara cuando estamos interactuando con otro individuo para obtener información del contexto y completar la comunicación. Con los perros nos pasa igual, sin embargo, para poder interpretar correctamente el estado emocional de estos hay que mirar el cuerpo completo.






¿Cuán buenas son las personas (no expertas en conducta canina) en identificar las emociones de los perros? En un estudio llevado a cabo por Guo y colaboradores (2024) observaron que la expresión corporal de las emociones ayudaba más a la identificación de la emoción que la expresión facial. No obstante, los participantes del estudio reconocían mejor facialmente la sorpresa y el enfado, y mejor corporalmente la alegría y el miedo. Siendo la experiencia con perros un factor de mejora la identificación de la expresión facial de las emociones. A parte de la expresión facial y corporal, las vocalizaciones también ayudan a identificar el estado emocional de los perros. La experiencia previa ayuda a identificar la emoción en perros a través de su expresión facial y conductual, sin embargo, no es así en el reconocimiento a través de las vocalizaciones. Pongrácz y colaboradores (2005) observaron que los sujetos experimentales eran capaces de discriminar entre diferentes tipos de ladridos y de asociarle una emoción, solo a través del ladrido. Parte de las barreras para interpretar correctamente la emoción que está sintiendo el perro puede venir al interpretar sus estados emocionales en referencia a los nuestros sin valorar las diferencias interespecie que podemos encontrar.
Nosotros podemos reconocer las emociones de los perros y los perros las nuestras. Los perros son capaces al menos de discriminar entre felicidad y enfado mediante la expresión facial de los humanos, según un estudio de Müller y colaboradores (2015). Es más, el estado emocional del humano interfiere en la conducta del perro. Por ejemplo, cuando el tutor esta triste sus compañeros tienden a estar más cerca de él que cuando está alegre o neutro. Además, cuando los tutores están alegres sus compañeros perrunos aprenden mejor una tarea (Bräuer y cols. 2024).
Es interesante saber que, aunque perros y humanos pueden reconocer la expresión facial de las emociones, utilizan estrategias diferentes para analizarla. En los humanos es relevante tanto la especie, como la expresión facial, mientras que en perros se mantenía la estrategia indistintamente de la especie y de la expresión emocional, centrando su interés principalmente en las orejas y la frente, seguido de la boca.
Los perros son capaces de reconocer las emociones humanas por diferentes canales y les ayuda cuando hay coherencia entre canales. Es decir, cuando las vocalizaciones y la expresión facial son coherentes, por ejemplo (Albuquerque y cols. 2015). A estos canales hay que sumarle el olfato. A través de este, los perros pueden detectar el estado emocional de las personas y los niveles de estrés, y sincronizarse con sus guías, aunque los perros primitivos parecen ser menos propensos que las razas modernas. Sobre la sincronización y el contagio emocional volveremos más adelante.
Las emociones primarias generan poco debate, pero ¿qué dice la literatura científica de las emociones secundarias?
Mucha controversia se ha generado en torno a las emociones secundarias como los celos, la culpa o la compasión. Parte del debate proviene de la duda de cuál es el nivel de consciencia del yo del perro y si tienen teoría de la mente (capacidad de ponerse en el lugar del otro). Los datos parecen indicar que ambos supuestos son afirmativos. Los perros, como comentamos en el artículo anterior, son capaces de reconocer su propia orina mostrando un autorreconocimiento de su individualidad, aunque los creadores del test del espejo (test de referencia para evaluar el autorreconocimiento) argumentan que esta prueba no es suficiente ya que podría indicar habituación a su propio olor, lo que despertaría menos interés en ellos. Además, los perros son capaces de engañar a otros utilizando diferentes estrategias para alcanzar sus objetivos. La mentira es una habilidad cognitiva que requiere tener cierta noción de la teoría de la mente para poder llevarla a cabo y planificar bien la estrategia. Por ejemplo, los niños inferiores a 3 años no tienen desarrollada la teoría de la mente y son incapaces de generar mentiras. Los perros utilizan diferentes estrategias de comunicación con otros perros y con nosotros que implican cierta teoría de la mente. Por ejemplo, son capaces de saber cuándo les estamos mirando o no y se comunican de una forma u otra, lo mismo con sus conespecíficos.
Una aproximación para el reconocimiento de las emociones secundarias son los reportes de los tutores o guías sobre sus perros. Esta aproximación también se utiliza en investigación infantil cuando los infantes todavía no son verbales. Desde este enfoque existe un consenso en la presencia de este tipo de emociones en perros. Krauß y Maue en su libro “Emociones y lenguaje canino” nos muestran numerosos ejemplos a través de fotografías y descripciones de matices emocionales que no se limitan a las emociones básicas y que revelan un mundo emocional excepcionalmente rico.
Si vamos a emociones concretas, el estudio de la culpa parece indicar que los comportamientos sumisos que siguen tras la conducta errónea del perro están más relacionados con la actitud del guía que con lo vivido por el propio perro. Aunque, en estudios en los que se ha prohibido al perro comer un trozo de comida, los perros muestran un incremento en la frecuencia cardíaca mientras robaban el trozo de comida. Este incremento no se explica por el movimiento realizado para obtener la comida. Sin embargo, el incremento cardíaco podría estar relacionado con la consciencia de estar haciendo algo mal y la respuesta de estrés derivada. ¿No nos pasa lo mismo a nosotros cuando estamos rompiendo las normas?
Los celos son también una emoción secundaria que ha recibido la atención de los investigadores. Por ejemplo, Harris y Prouvost (2014), llevaron a cabo un estudio en el que los tutores de los perros eran expuestos a un perro de peluche muy realista o a objetos neutros y observaron las diferencias en la conducta mostrada por el perro en ambas situaciones. Vieron que los perros demandaban más atención mientras que la persona interactuaba con este perro de peluche. Los autores llegaron a la conclusión de que los perros podrían estar sintiendo una emoción similar a los celos.
Los perros también han mostrado cierto sentido de injusticia (y por tanto de la justicia) y dejarán de ofrecer una conducta si ven que son reforzados peor que otro perro. Muestran conductas prosociales como tirar de una cuerda para que otro perro acceda a comida, aunque ellos mismos no puedan acceder a ella. Consuelan a otros conespecíficos tras un conflicto con otro miembro del grupo, por lo que sienten compasión.
Todo ello nos indica la presencia de estas emociones secundarias en perros. Quizás la resistencia y el debate gira entorno a la complejidad de estas. En humanos el componente subjetivo es muy elevado y fácilmente valorable no siendo así en el perro. También emociones como los celos en humanos generan rumiaciones y pensamientos recurrentes sin necesidad de estar observando a la persona querida interactuar con otro, quizás esa sea la diferencia y que los perros solo lo sientan cuando está pasando en el presente. De nuevo, su obstinación a no rellenar cuestionarios nos limita las conclusiones.
Al margen de la observación conductual, otras pruebas que aportan información sobre la capacidad de los perros de sentir emociones provienen de la neuroanatomía que corrobora la existencia de áreas cerebrales implicadas en el procesamiento emocional similares a las nuestras. Además de cambios fisiológicos, como el incremento de la frecuencia cardíaca.
En la neurobiología de la emoción siempre se destaca el sistema límbico, con especial hincapié en la amígdala. Sin embargo, sin restar relevancia a estas estructuras, el procesamiento emocional implica diferentes áreas del cerebro, que están involucradas en diferentes emociones, resaltando la importancia de los circuitos neuronales más que las estructuras en sí, ya que las estructuras aisladas no son suficientes para provocar una respuesta emocional o para inhibirla.


Las emociones y sus implicaciones en terapia
Tener una buena comprensión y reconocimiento de las emociones va a ser crítica en los progresos de las terapias con nuestros perros.
El estado emocional del perro, como hemos comentado, va a guiar la atención y la interpretación, es decir, va a derivar en sesgos cognitivos. Un estado emocional negativo, o experiencias negativas repetidas, se traduce en mayores conductas pesimistas que otro que ha vivido la situación opuesta. Si su tendencia predominante es la evitación y el miedo tenderá a interpretar los estímulos novedosos bajo este prisma, si por contra es un perro alegre, curioso y con tendencias de aproximación, mostrará una actitud más amigable hacía nuevos estímulos. Muchas veces en terapia el objetivo es revertir la situación, en la que un perro tiene expectativas negativas y aportarle positivas, así como herramientas que le permitan afrontar las situaciones retadoras por sí mismo y construya sus propias experiencias positivas.
Un aspecto importante es que las emociones como tal no se refuerzan. Si un perro está pasándolo mal ya sea asustado o enfadado, y le acaricias, no estarías reforzando y provocando que esa conducta se repita en el tiempo. Estarías acompañando a tu perro y asegurándote que tu perro sabe que estás ahí para él en momentos que te necesita, favoreciendo un vínculo seguro.
El estado emocional resultante, como hemos visto, es fruto de la interacción de múltiples áreas cerebrales y a su vez de muchos factores externos e internos. Por ejemplo, la aparición de un estímulo aversivo en un estado de activación alto o tras experimentar eventos negativos sucesivos pueden derivar en una respuesta emocional mayor que la dada por ese estímulo único. En terapia vamos a buscar trabajar con una activación adecuada y sobre todo intentamos estar libres de eventos estresantes previos, ya que condicionarían la situación actual.
Ofrecer al perro situaciones que puede manejar por sí mismo va a hacer que cuando valore una situación pueda percibirla como afrontable y evocar emociones positivas en él. Por ejemplo, tenemos un perro con inseguridad hacia otros congéneres y que responde de manera adversativa con el objetivo de echarles de la situación (ladrar, abalanzarse, morder…). En esa resolución entraría en primer lugar el enfado y luego la alegría y la satisfacción de haber conseguido el objetivo, porque generalmente ese congénere tan molesto suele alejarse cuando muestra esa conducta. Podemos buscar otras alternativas ofreciendo al perro la posibilidad de expresarse de una forma más equilibrada y saludable para él. Si podemos controlar la distancia podremos dotar de otra serie de oportunidades. Si observamos tensión hacía el otro perro podemos tomar una serie de decisiones. Si es ligera podemos esperar a ver como lo resuelve, si es media podemos ofrecerle una salida y si es muy alta podemos sacarlo de la situación. Si acertamos cuando la tensión es media y el perro aprende que puede salir de la situación sin necesidad de confrontar, cada vez tendremos más casos en los que la tensión no suba y él tome la decisión de alejarse por sí mismo.
Contar con perros que tengan buenas habilidades comunicativas y sean pacientes puede ayudarnos en este proceso de enseñanza. Por ello es importante contar con un grupo de desarrollo que facilite este aprendizaje al perro.
Otra forma de ayudar a nuestro perro a tener un estado de calma durante las sesiones o en casa para ayudarle a tener períodos tranquilos pueden ser el uso de aceites esenciales. Hay olores de estos aceites que pueden ayudar a generar emociones positivas relacionadas con la calma y que favorezcan el descanso (Berg y cols. 2024). El contacto físico antes de una separación (salir de casa) con nuestro perro también favorece la calma en él mientras estamos fuera (Rehn y cols. 2014). El contacto puede ayudar al perro en general en situaciones que le provocan tensión, aunque no siempre es bien recibido, por lo que habrá que atender a lo que nos dice el perro.
Un aspecto importante en este proceso terapéutico es nuestro propio estado emocional. Los perros son sensibles a nuestro estado emocional y se contagian de él. En tareas en las que miden memoria, el desempeño del perro se ve empobrecido por la ansiedad estado del tutor sin que haya una manipulación directa de su estado por parte de los investigadores (Sümegi y cols, 2014). Buttner y colaboradores (2015) también observaron que los niveles de cortisol durante una prueba de Agility se sincronizaban en la diada guía-perro. La sincronización en los niveles de cortisol entre perros y humanos también se ha observado a largo plazo, es decir, los niveles de cortisol durante meses entre tutor y perro se sincronizan (Sundman y cols, 2019). También durante la prueba de la situación extraña (prueba para valorar el estilo de apego, de la que hablaremos en próximos artículos) se observa esta sincronización (Ryan y cols. 2019). Todos estos datos nos indican la importancia de trabajarnos nosotros mismos cuando empezamos una terapia con perros.


Conclusión
Las emociones son centrales en la vida de nuestros perros y en cómo experimentan el mundo. Tenerlas presentes en nuestro día y en terapias nos facilitará una convivencia más sana y agradable para todos. Las emociones en los perros no se limitan a las emociones básicas, si no que tienen un mundo emocional rico en matices que les permite tener a su vez una experiencia vital muy variada. A mayor abanico emocional, mejor gestión de las situaciones retadoras a las que se enfrente tendrá. Conocer la expresión emocional de nuestros perros es vital para poder respetar sus deseos y su día a día.
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