¿Cómo es un perro?

Los perros tienen muchas formas y tamaños. ¿Cómo las adquieren? ¿Qué consecuencias tiene para ellos?

Jesús Úbeda-Contreras

3/10/202514 min read

¿Cómo es un perro?

Esta pregunta es de las difíciles si nos paramos a pensar. ¿Cuál es la respuesta? ¿Hay una única respuesta en primer lugar? Recordemos el mundo de las ideas de Platón donde cada ser u objeto tiene su prototipo de cómo debe ser. Pensad en un caballo, por ejemplo. Todos tenemos una idea concreta de cómo es. Puede tener color de pelo distinto, pero su forma es clara y definida. Pensad ahora en la idea de perro. ¿Cuál sería su representación ideal? Estoy seguro de que cada uno tenemos una respuesta, incluso si cerramos los ojos nos cuesta responder porque no aparece un único perro. No podemos decir que es un individuo de unos 15/20 kg, color marrón, orejas puntiagudas... A la que estamos con esta descripción se nos ocurre que también puede ser de 1 kg, color blanco, orejas caídas y bueno también puede ser de unos 60 kg, negro, con pelo largo…

El perro es el mamífero con mayor variabilidad morfológica que existe. Esto quiere decir que puede adquirir tamaños diversos, formas diversas, ojos distintos, orejas, morros, pelo, colas, patas, cabezas… Básicamente hemos alterado cada aspecto del perro para generar las formas más dispares y, permitidme decirlo, en muchos casos, grotescas. Transformaciones no funcionales que buscan alcanzar un ideal de raza. Esta búsqueda ha hecho generar perros con problemas físicos provocados por esa exacerbación de características físicas. Pero ya entraremos. También hemos seleccionado y acentuado aspectos conductuales en una raza para dedicar al perro a un trabajo concreto. El perro sin intervención humana varía de un lugar a otro, pero sin alcanzar los extremos de las razas minis y las razas gigantes. Podríamos hablar de una variación en torno a un mínimo de 10/15 kg a unos 35 kg en zonas frías.

En cualquier caso, la cría selectiva de perros no es algo actual. Antiguamente la selección se debía a su uso para cubrir diferentes necesidades humanas. La pureza de su sangre no era tan importante como que fuese apto para su tarea. Podríamos hablar de cuatro necesidades principales:

  • Protección: perros amastinados y guardianes de rebaño.

  • Gestión y desplazamiento de ganado: perros pastores.

  • Mejora de la eficacia en la caza: Perros de caza.

  • Eliminación de alimañas, centinelas o compañía:

    perros pequeños.

Siguiendo esta lógica, si había un perro con buenas capacidades se favorecía que se aparease con otro con buenas capacidades y tener una buena camada, pero era algo desorganizado y no sistemático, además, lleno de camadas involuntarias. Sin embargo, en el siglo XIX, en plena Inglaterra victoriana, empieza la cría de pura sangre con un fin estético. Es una época en que las clases altas tienen tiempo y dinero, los perros pasan a ser un objeto de moda y estatus. Esta obsesión llevó a generar libros de razas. Las primeras razas en ser registradas fueron el Bulldog Inglés, el Fox Terrier y el Pointer Inglés. Para que un perro pueda acceder se ha de poder rastrear su árbol genealógico hasta un perro fundador. Un apunte importante es que la pura raza nace desde perros mestizos. Por lo tanto, no existe un perro pura raza ancestral, sino un perro aislado del resto de perros en los últimos dos o tres siglos que ha dado lugar a una raza nueva. De hecho, si buscásemos razas antiguas de perros, sería difícil encontrarlas. Los perros ven mermada su población por enfermedades que asolan a los perros de una región, desastres naturales o, lamentablemente, por matanzas sistemáticas por la población local. Cuando esto ocurre la población se reduce y los perros supervivientes son los que perpetuarán sus genes, teniendo un efecto fundador. Esto quiere decir que los perros que han conseguido sobrevivir y reproducirse no serán una representación de todos los perros que había en una zona, sin embargo, serán los perros que marquen cómo serán las siguientes generaciones.

En este siglo aparecen las primeras exhibiciones caninas en las que se premiaba al mejor de su clase (por su aspecto, no por sus capacidades) y otorgaban premios a los tutores o propietarios (propietarios que, a su vez, podrían ser jueces del concurso). Los estándares de raza marcan tamaño, peso, color, longitud de cada una de las partes, etc. Estas exhibiciones tuvieron un gran éxito y se extendieron como la pólvora.

Del inicio de este concurso en el siglo XIX, pasamos de cero animales con pedigrí a las más de 354 razas registradas, actualmente, en la FCI (Fédération Cynologique Internationale). La FCI aparece en 1911 y vela por el pedigrí de las razas y su salud. Velan por el perro de raza con pedigrí, pero no por el perro.

Las razas reconocidas por la FCI están agrupadas en 10 categorías:

¿Cómo cambian de forma los perros?

Como hemos dicho al comienzo, los perros pueden adoptar muchas formas. No solo en tamaños, sino también en longitud, presencia o no de cola, forma de la cola, separación de las patas, longitud de las patas respecto al tronco, forma de cráneo (dolicocefálica, mesocefálica y braquicéfala), forma de las orejas, tipo de pelo (o incluso ausencia de éste), pigmentación de pelo, uñas y nariz…

¿Cómo es posible adquirir todas estas formas? La variación genética entre razas no justifica la diferencia de formas. Incluso no hay genes responsables de las diferencias de forma y tamaño entre cánidos (p.ej.: lobos, coyotes, chacales y perros). Esto quiere decir que, aunque no hay un gen identificado que marque que el perro va a pesar 10 kg y su nariz va a ser puntiaguda, sí que hay genes responsables del color del pelo. Por ejemplo, el color chocolate se debe a la presencia de los genes HPS3 y CFA23 (Brancalion y cols. 2021). No pasa lo mismo con el tamaño, donde habría diferencias en los alelos de los genes que regulan el proceso de crecimiento, es decir, en la información que contienen esos genes.

Alejándonos de la genética, las diferencias morfológicas que hay entre perros se explican por el fenómeno de heterocronía. La heterocronía consiste en variaciones en el inicio y fin del desarrollo de distintas partes del individuo e, incluso, en la aparición a diferentes edades de conductas concretas. Estas diferencias pueden ser por ejemplo a que edad empieza a crecer la cola y a que edad alcanza su forma final. O cuando empieza a crecer un perro y cuando finaliza el crecimiento. El mastín empieza a crecer antes y a un ritmo más rápido que el chihuahua y además finaliza más tarde su desarrollo.

La heterocronía conlleva dos procesos en paralelo: acomodación e integración. Estos procesos aparecen por la necesidad de acabar generando una forma funcional y estructuras reconocibles. Sin ellas no podrían darse individuos viables ya que las patas no encajarían correctamente en la cadera, por ejemplo, si crecen a distinto ritmo y alcanzan distinta forma. Pongamos el ejemplo del morro del Bulldog (braquiocefálico). Esa forma se produce mediante el enlentecimiento y retraso en el período de crecimiento de los huesos nasales. Es decir, empieza a crecer más tarde y lo hace más lento que en otros perros. Este retraso provoca que se tengan que dar adaptaciones y acomodaciones en el resto del cráneo. El paladar se desplaza hacia el centro del cráneo dando lugar a cambios en la forma de la cara. Fruto de esta acomodación para poder tener una cara funcional, tenemos lo que se denomina una forma filogenéticamente rara que significa: una cara que nunca había tenido esa forma en la historia. La posición del paladar, a su vez, provoca que los dientes sobresalgan y se genere un babeo excesivo, ya que el ángulo que forma la boca impide que se cierre correctamente. Además, debido al acortamiento del hocico, se reduce el espacio para los cornetes, lo que provoca que no puedan respirar bien y que regulen peor la temperatura. También desplaza los ojos hacia los laterales dotándoles de peor visión de la profundidad, pero mayor visión periférica.

Como podemos ver en el ejemplo, de un cambio en el ritmo e inicio del crecimiento de una parte concreta del cuerpo, se dan una serie de cambios para acomodarse, que acaban con una forma totalmente distinta al resto de individuos de la misma especie. Sin embargo, hay límites en los cambios que se pueden generar. Todos los cánidos tienen una forma concreta al nacer para que el desarrollo sea viable. Acelerar o enlentecer el desarrollo puede dar lugar a que la descendencia no pueda sobrevivir. Por ejemplo, el galgo ruso tiene una nariz más larga de lo habitual que le permite tener una mejor visión de la profundidad. El tamaño del hocico del galgo ruso se produce porque los huesos de su nariz empiezan a crecer antes del parto. Esto provoca que los cachorros necesiten asistencia humana para mamar y que no sea viable este cambio en la naturaleza. ¿Los cánidos salvajes podrían aprovechar una visión de la profundidad mejor? Sí. ¿Sería viable? No. Sería una ventaja adaptativa para el adulto, pero no para el cachorro. Seguramente sin la intervención humana, el hocico del galgo ruso volvería a la norma porque los cachorros con el hocico más largo no lograrían superar la etapa infantil.

El fenómeno de la heterocronía también se da en la aparición de pautas motoras y condiciona el desarrollo cognitivo y social del perro. Por ejemplo, en los Border Collies la conducta de acecho aparece durante el periodo sensible y es incorporada como pauta de juego en su desarrollo. En los perros guardianes de ganado esa conducta no aparece hasta después del periodo sensible. La diferencia entre ambas tipologías es que uno será conductor de ganado y otro guardián. No es deseable que el guardián aceche a las ovejas, pero sí que lo haga el conductor de rebaños. Esto provocará diferencias en las pautas motoras del adulto. De hecho, tenemos perros seleccionados por la aparición de según qué pautas motoras como los perros cobradores, los perros de muestra o los perros de rastro, por poner algunos ejemplos.

Problemas de la selección de la forma

Después de entender cómo se modifica la forma del perro a través de la heterocronía, la integración y la acomodación vamos a las consecuencias. Las razas describen un estándar de cómo debe ser la forma de ese perro. Esa búsqueda por adquirir la forma indicada por los estándares conlleva problemas asociados. Nadie busca generar un perro que tenga que nacer por cesárea, pero es una consecuencia de querer que los bulldogs tengan la cabeza lo más grande posible.

Alexandra Horowitz en su libro “Mi perro y yo: La historia de un vínculo singular” le dedica un capítulo a hablar de la problemática de las razas y su origen. A lo largo del capítulo destaca muchos aspectos problemáticos de la raza. A modo resumen citaremos aquí algunos ejemplos. La cresta del perro crestado rodesiano conlleva también un aumento del riesgo de seno dermoide o quiste pilonidal, un trastorno del tubo neural que provoca alteraciones neurológicas. La cadera caída del pastor alemán implica trastornos musculoesqueléticos y displasia de cadera. El cavalier King Charles tiene la cabeza tan pequeña que el cerebro apenas tiene espacio dando lugar a inflamación, con mucho dolor: siringomelia. Los tamaños extremos, como el gran danés o los perros minis, causan deformidades, desde la displasia de cadera a la dislocación de rótula. Los perros con los ojos saltones como el carlino son propensos a las úlceras oculares. El Basset hound es proclive a las hernias discales.

Incluso algo que puede parecer inocuo en primera instancia como es el color del manto (del pelaje) puede estar asociado a diferentes problemáticas. Por ejemplo, los perros con manto Merle está asociado con sordera (Platt y cols. 2006), con anomalías oftalmológicas (Gelatt y cols. 1981) y con problemas reproductivos, esqueléticos y cardíacos (Brancalion y cols. 2021). La pigmentación blanca del manto también se ha asociado con problemas auditivos, así como el color de ojos azules y el número de manchas en los dálmatas (Strain 2004, Brancalion y cols. 2021). También aparecen problemas como la CDA (coat dilution alopecia) que cursa con pérdida de pelo y otros problemas dermatológicos que afecta principalmente al blue dóberman. Otros problemas asociados con el color del manto sería un incremento en el riesgo de algún tipo de cáncer en los perros con mayor saturación de color (Brancalion y cols. 2021). Incluso se ha asociado mayores tendencias agresivas en cooker spaniel inglés con el manto dorado respecto a perros de la misma especie con otro color de manto (Amat y cols. 2009).

Todos estos problemas tienen dos claros responsables: los estándares de raza y su consecuencia: la endogamia. Detrás de ello están los criadores. Es imposible huir de la endogamia en el mantenimiento de una raza “pura”. La endogamia además de malformaciones, reduce la capacidad reproductiva de la especie e incrementa los problemas mentales, en definitiva, empeora la salud del perro. Incluso cuando el criador intenta prevenir el problema seleccionando criar aquellos perros sin historial de enfermedades, como la displasia, incrementa aún más la endogamia, ya que reduce el número de animales disponibles para el apareamiento.

Antes de la aparición de los libros de razas y los certámenes de belleza, la cría de perros era desorganizada y llena de exogamia, es decir, llena de animales saludables. Con todo esto, no culpo a la persona que adquiere un perro de raza. Todos tenemos preferencias por una tipología concreta, es normal. Pero sí que invito (pido por favor) que cambiemos el foco en lo que buscamos en un perro. Busquemos perros sanos física y mentalmente, prioricemos eso a la belleza, y tendremos perros aún más bellos.

La raza y la conducta

Las razas también tienen asociadas conductas esperables. En palabras de Horowitz, puede que el deseo del ser humano de seleccionar y adquirir razas determinadas (que tienen una descripción exhaustiva de su temperamento) pueda estar relacionado con una necesidad de control y de previsibilidad de lo que va a ocurrir. Es decir, un perro de raza pura en teoría nos permite predecir el desarrollo y el comportamiento del perro que estamos adquiriendo. ¿Qué pasa cuando un individuo de raza se desvía de su estándar? Aparece la desilusión frente a la expectativa. Porque no son robots, sino seres vivos con su temperamento y predisposición únicos.

No obstante, pertenecer a una raza y tener una morfología concreta que sí va a afectar al desarrollo de su cerebro y de la percepción del mundo. La inteligencia se ha asociado a razas concretas como los Border Collies. Pero, ¿es posible medir la inteligencia mediante una prueba estandarizada para todos los perros? La inteligencia es epigenética, es decir, se desarrolla en interacción con el ambiente. La inteligencia se adapta al entorno en el cual está creciendo el individuo, y cómo está creciendo. Las diferencias físicas van a afectar al desarrollo cognitivo (percepción, memoria, atención…). El hecho de tener mejor visión de la profundidad en el galgo ruso va a hacer que tenga una percepción del mundo distinta que el bulldog. Las interacciones con el mundo del Border Collie también serán diferentes que las de los retriever o los pointers que tienen marcadas otras fases de la caza distintas.

Por tanto, sí que podemos esperar conductas marcadas en una especie, pero siempre debemos pensar en que cada individuo es único. De hecho, la mayor insatisfacción con nuestros perros viene de una incongruencia entre las expectativas de cómo será el perro y sus características reales (Serpell 1996). Por lo que podemos poner el foco en definir que esperamos de un perro antes de incorporarlo a nuestro hogar de cara a que se ajusten lo mejor posible las expectativas. En este caso, los perros adultos, puede ser una adopción más certera, debido a que su personalidad ya está definida al contrario que en los cachorros.

Consideraciones finales

Las razas acumulan problemas físicos debidos a las alteraciones seleccionadas por motivos estéticos. El hecho de tener individuos con condiciones extremas tiene otro problema transversal, quizás menos evidente, y es cuando se reproducen individuos muy diferentes en forma. Es decir, se cruzan un pastor alemán con un ratonero Valenciano, por ejemplo. Perros muy diferentes en forma y tamaño. Esto da lugar a perros con un aspecto físico extraño y que puede generar problemas musculoesqueléticos. Stockard, a principios del siglo pasado, llevó a cabo una serie de experimentos (infames) sobre la hibridación. Mezcló perros con características opuestas dando lugar a individuos con configuraciones no funcionales y que no encajaban correctamente (cuartos traseros más altos que delanteros, mandíbula superior más larga que la inferior, etc.). Estos problemas son fruto de alejar al perro de su forma estándar a la que tendería de forma natural. Hay variaciones en tamaño, pelo y forma según localizaciones geográficas, pero siempre dentro de unos límites. El hecho de haber manipulado hacia los límites la conformación del perro ha generado problemas directos e indirectos.

Hay una parte de la población preocupada por la deriva de las razas y del perro. Ya a mediados del siglo pasado, Konrad Lorenz, desalentaba a las personas interesadas en acoger a un perro a hacerlo de criadores que vendían perros con árbol genealógico, porque observaba problemas psíquicos en ellos. Es un motivo de preocupación que en occidente los perros nazcan principalmente de criadores y no de forma natural. Es más, la legislación obliga a esterilizar al perro adoptado de un refugio o protectora para evitar su procreación. Solo perros de criadores registrados tienen el privilegio del sexo y la reproducción. Aunque sería bonito, no creo que haya un criador que se dedique a respetar la reproducción libre de los perros y dotarlos de un entorno adecuado para su desarrollo para su posterior venta. No sé qué mercado tendría para estos perros potencialmente ideales, pero que no están dentro de un estándar de raza. Tampoco quiero decir que debemos no esterilizar a nuestros perros y dejarlos que se reproduzcan sin control a su libre albedrío, porque tendríamos otro problema de sobrepoblación.

Nuestra intervención marca su forma, y con ello, su desarrollo. Tiene consecuencias directas como enfermedades heredadas, e indirectas, como dificultad para relacionarse con otros perros (excesivo pelaje, ausencia de cola o con forma que limita su comunicación, ojos ocultos, dificultad de movimiento…). Si vamos a intervenir debería ser en pro de su salud y bienestar y no de su aspecto físico. ¿Para qué necesita un perro la belleza? Un perro necesita bienestar. Y, en palabras de la abuela de Coppinger, “es hermoso, en tanto que hace cosas hermosas”. Desde mi punto de vista, debemos preocuparnos de ofrecer un entorno óptimo para el desarrollo y tendremos a un compañero ideal con un desarrollo normativo. Disfrutemos y convivamos con el perro sin preocuparnos por su aspecto y sí por ofrecerle lo necesario para cubrir sus necesidades, otorgarle una vida plena y asegurarnos de disfrutar de cada momento junto a ellos.

Bibliografía
  • Coppinger y Coppinger. Perros. Una nueva interpretación sobre su origen, comportamiento y evolución.

  • Horowitz. Mi perro y yo. La historia de un vínculo singular.

  • Lorenz. Cuando el hombre encontró al perro.

  • El perro. La enciclopedia. DK ediciones.

  • Cisne negro. Impulso. Manual de convivencia y relación de una familia multiespecie.

  • Serpell (1996). Evidence for an association between pet behavior and owner attachment levels.

  • Amat y cols. (2009). Aggressive behavior in the English cocker spaniel.

  • Brancalion y cols. (2021). Canine coat pigmentation genetics: a review.

  • Platt y cols. (2006). Prevalence of unilateral and bilateral deafness in Border Collies and association with phenotype.

  • Gelatt y cols. (1981). Inheritance of Microphthalmia with coloboma in the Australian Shepherd Dog.